martes, 5 de mayo de 2009

Posesión incendiaria

Cuando le dejé en tal cruel situación, sólo conservaba sus ojos humanos.

Le había conocido esa noche y, realmente, la conexión animal fue instantánea. Una sola mirada bastó para saber que no tendría necesidad de nadie que me arropase esa noche, pues mi manta sería su piel.

Para variar, la camaradería de los de nuestra especie le delató de inmediato. Entre nuestra fauna, aunque no desechemos al resto de los seres, la endogamia provoca los mayores placeres. Y sus labios, acercándose continuamente a mi cara tratando de emitir algo más que simples palabras, buscaban esa complicidad que yo no dejaba de transmitirle con los ojos.

Lo que menos importancia tenía en ese momento eran las palabras. Aunque la palabrería era lo que ocupaba, en mayor parte, la escena del ritual iniciático.

Un ritual que los dos conocíamos a la perfección. Un ritual con un objetivo claro. Pero había que seguir el juego. De eso se trata. De no olvidar ni por un segundo que hay ciertas fases que cumplir, momentos por los que pasar. Inseguridades y firmezas que desmoronar.

Un altibajo de coincidencias, de risas nerviosas y de curiosos e involuntarios rozamientos.

Cuando su piel tocaba la mía, aunque sólo fuera por un segundo, la chispa adecuada se encendía y me animaba a seguir con el peligroso juego de quien juega con fuego. Un fuego que impregnó nuestras manos y nuestra entrepierna. Un fuego que acabó quemando una casa entera. Un fuego que se apagó con la mañana. Cuando cruzó la puerta de mi habitación despidiéndose con un "Ei nena, ti es miña"

3 comentarios:

  1. Si llego a saberlo, no sé si habría llevado donuts... ;)

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  2. También hay fuegos que se reavivan cuando menos lo esperas, o que tal vez no se apagaron nunca, aunque no nos demos cuenta...

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  3. curiosos e involuntarios rozamientos.. sutilmente explicado..


    divina obvsenidad

    en mi pensamiento claro esta.



    quien sos ?

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