miércoles, 10 de junio de 2009

Malamente mala

Hoy caminé con la energía de una niña enrabietada. Busqué nuevos caminos e inventé nuevas fórmulas para tratar de llegar a ti y que pareciese todo una casualidad.

Al final me encontré sola, paseando sin rumbo, y empezó a llover, pero ni la lluvia podía eliminar mis marcas. Las marcas que te empeñaste en hacer aparecer en mi piel. Marcas sin retorno. Mordiscos profundos que jamás volverán a recobrar la piel que engulliste aquellas noches.

Al final no llegué a ti, pese a caminar minutos infinitos bajo la lluvia. Aunque notaba tu presencia continua espiando mis movimientos. Sabía que estarías en tu guarida. Resguardado de la mala actitud del mar y de las nubes. Esperando un sexo a domicilio de da igual qué nínfula encaprichada contigo.

Finalmente me detuve. Sin saber cómo había llegado al punto de no retorno. Y allí decidí quedarme. Pasando de seguir buscándote entre soportales. No me confundí de camino. Sólo creo que mis pies me guiaron todo lo lejos que pudieron de ti. Porque ellos, inteligentes y manteniendo la frialdad, son conocedores de los miles de pasos que di hacia ti, y de la nulidad de los tuyos hacia mí.

Divergente. Distópico. Se acabó creerte mi Dios.