miércoles, 23 de diciembre de 2009

Sangre labial

Y muerdo, y muerdo, y muerdo y vuelvo a morder. Ya casi no queda carne que masticar en tu pequeño cuerpo retorcido. Tras saciarme de ti, de lo que queda de ti, Humbert, me habré convertido en todo aquello que tú tanto querías de mi. No siento. No lloro. No pienso. Actúo.

Cuando yo, Mardou, me encontré con mi doble, sentí la necesidad del lobo recién despertado por el hambre. Necesitaba venganza. Necesitaba seguir sintiendo mis instintos primarios. Quería seguir siendo un ser canino en busca de pieles que desollar y carne que saborear.

Con ella a mi lado, la parte más sanguinaria que casi creía inexistente, reaparecía con la fuerza de la nínfula despiadada que había dejado abandonada al inicio del viaje contigo.

Todo parece más fácil cuando se comparte. La soledad, la rabia, la ira, la incomprensión...el sexo. Con su simple presencia, acabo expulsándolo todo irremediablemente. Vomitándote en cada uno de mis actos. Eliminando la capa superficial de mi piel, porque toda ella estuvo en contacto contigo. Me hago radical, agresiva. Los colmillos crecen y hacen sangrar mis labios.

Nos dejamos llevar por todo lo que nos hiere. Eso da una terrible sensación de fuerza. Cruzamos las calles a velocidades vertiginosas y, de la mano, conseguimos elevarnos varios centímetros del cemento mientras olisqueamos esa humedad en la que estás escondido. Buscamos y olfateamos, investigamos y rebuscamos. Ella quería que volviese a ti para rematarte. Y aquí estoy. Devorándote. Ella, mientras, me masajea la espalda y me susurra: "Ya no volverá. Así es imposible que vuelva. Mátalo. Mátalo. Ya no volverá."

Ahora me relamo la sangre, mezcla de la tuya y de la mía. Y la miro desde el suelo. Me sonríe. Te tapo las cuencas de los ojos con tus párpados inservibles. Te beso la frente. Y te digo adiós.

Y aunque mi pecho consiguió apaciguarse, el problema es que ya no sé quién arrastró a quién, querida Lo. Por la noche, acurrucada entre los brazos de ella, de mi nueva Mardou, no podía evitar preguntarme: "Humbert ¿Te he matado de verdad? Lolita ¿sigues ahí?..."

Noté que sus brazos me ataban más fuerte, mucho más fuerte. Casi doliendo.

Ya no sé quién tiene el espíritu más negro en esta historia.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Infrahumana

Soy un ser no apto. Ni para ellos. Ni para ellas. Ni para él. Ni para ella.

De las cuatro razones que me dieron para seguir viviendo, elegí la peor. La que me lleva, míseramente, a alargar una agonía hasta el final: la autodestrucción fulminante de las células por medio de una cremación lenta de pensamientos positivos.

De los siete pecados capitales, elegí todos. Incluyendo en la lista algunos más que encontraba por el camino. Descubrí que me regodeaba en todos ellos. En los siete. Descubrí también mi habilidad para convertir los pecados veniales en mortales. Descubrí que mi único poder es autodestructivo. Mi única ventaja, lo único que me hace especial, es la facilidad para acabar conmigo misma. Por eso no tengo más razones para mantener este ligero hilo negro de vida.

Sé que ahora el Purgatorio es el único lugar que ha dejado sus puertas abiertas. El resto de piernas, las he ido cerrando tras los mordiscos y la espuma bucal que recubría la rabia con la que asesinaba a todo aquel que se me acercaba.

Menos tú, fría Mardou, cálido rojo. Muerta realidad. A ti nadie tiene que matarte. Nadie puede. Ya lo estás. Sólo revives cuando eres sincera. Y solo eres sincera con tus ojos. Tu lengua nunca expresa lo que ellos dicen con profunda intensidad.

Lo que me vuelve loca de ti es que sólo unas pocas privilegiadas podemos leerte. Y cuando te relatamos en viva voz, te vuelves intensa, más corpórea y física que nunca. Y nos besas. Me besas. Cerrando los ojos. Volviendo a la mentira. Pasando la sinceridad de tus pupilas a tus papilas gustativas. Y me gustas. Y te saboreo. Y me gustas. Y te saboreo. Porque la Mardou que a veces salía de Lolita, se ha topado con la negra Fox más voluptuosa y real que nunca: tú, viciosa.

Pero yo no soy apta. Yo me autodestruyo. Y egoístamente, quiero enredarte conmigo para caer y caer en la negritud del fin.