Los líos de ocho piernas parecen absurdos al lado de lo complejo de tu expresión.
Sigue siendo jodidamente difícil descifrarte. Y me has enganchado, porque odio los misterios sin resolver, los extraterrestres translúcidos que se entrevén en tu ventana, los fenómenos paranormales que provocas por las noches en mi húmedo ambiente y los fantasmas que te siguen por la habitación cada vez que cruzas el umbral de la puerta.
Y lo peor es que no soy una escéptica. Sino que prefiero pensar en el mundo mágico. En tu mundo de locura y perversión, lo hago mío y me convenzo de que yo siempre he estado ahí. En realidad a ti te gusta. Siempre me abres la puerta. Y los ojos. Y parece que me quieres tragar con la mirada cuando decido situarme encima de tu cuerpo. Tienes hambre, pequeño sucio animal. Y tus escamas se vuelven suaves para no rozarme la piel. Para mantenerla intacta después del contacto. Para que no sufra. Para darme placer. Para alimentarme de ti.
Estoy convencida que de todos esos ovnis que sobrevuelan tu azotea, uno te ha abducido durante un par de años, devolviéndote a la tierra con aspecto indefenso, frágil, quebradizo. Justo antes de conocerte, cuando todavía eras sociable, tierno y amante. Hoy eres arisco, atractivo e inhumano. Y no hay nada más que pueda coincidir tanto con mi sociopatía innata. Has dado con una nínfula enrevesada, malpensada, sucia y terrorífica. Has encontrado tu medicamento en tu propio terreno. Llegué, sin más. Te descubrí, sin menos.
A ti te han traído de la Luna. Eso ya lo sabemos. Quién sino te iba a amadrinar a ti, que la contemplas todas las noches, desnudo, agachado, en posición de ataque. Así me gusta imaginarte, animalario y desafiante hasta con la puta luna llena que te hará hoy mío otra vez. A mí quizás me haya apadrinado Marte. En realidad no lo sé, ni me acuerdo. Aunque estoy segura de que yo también llegué de ahí arriba. Tuvo que ser Marte. Masculino, ardiente, agresivo, rojo... Marte me sugiere calor hasta el derretimiento. Como cuando me rozas o hablas cogiéndome de la ropa interior. Me-de-rri-to. Tuvo que ser Marte. ¿Quién sino tendría la desfachatez de crear a una pervertida nínfula? Una niña que descubriría su cuerpo pensando en su creador...
Tanto los lunáticos como los marcianos, solo sabemos odiar. Un acto de ultraviolencia que excita… Por eso tomamos la democrática decisión de pegarnos en incontrolables noches de sexo y vicio. Pero la hemos jodido. Y tu cuerpo muerto pesa más de lo que puedo soportar. Te necesito vivo. Activo. Consciente de tu cuerpo. Consciente también del mío.
Supongo que quiero decir que prefiero que me mates, antes de matarte yo aquí arriba y ahí abajo.
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Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir,
ResponderEliminardijo "uno es el asesino y el otro el que va a morir".
Y salimos de allí y me mirarte asustada y el miedo sonó en tu voz:
"antes de que tú me mates, prefiero matarme yo".
Y emprendiste así tu huida y yo corrí a mi habitación
y mezclé en una cuchara el polvo blanco y el marrón.
Y con la sangre aún resbalando te llamé desde ese hotel:
"Por favor, entiende que algo no funciona en mí muy bien".
Y al otro lado te oí llorar y yo seguí y no colgué,
y me suplicaste: "Déjame de una vez, déjame de una vez".
http://www.goear.com/listen/61a19bc/morir-o-matar-nacho-vegas
...
Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas,
y te observaré durmiendo y me pondré a susurrar:
"nuestras almas no conocen el reposo vida mía,
pero si hay algo que es cierto es que
te quiero un mundo entero con su belleza y su fealdad.
¿Por qué no puedes aceptar que esto no se trata más
que, amor mío, de morir o de matar, de morir o matar?"
Hay que tener cuidado con los marcianos. Nunca se sabe cuáles pueden ser sus verdaderas intenciones...
ResponderEliminarIgual las escamas no necesitan volverse suaves, quién sabe...
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