viernes, 9 de octubre de 2009

Siempre tuya, Lolita.

Humbert volvió. Claro que volvió a mí. No necesitó excusas para enterrarme, de nuevo. Esta vez se presentó bajo la lluvia de ese maldito y tormentoso día con un cuchillo pequeño y afilado, como yo, dentro de su bolsillo. Me rasgó entera. De arriba abajo. Sin compasión. No sin antes recrearse en mi sexo y en mis pupilas que pedían que me diese, aunque sólo fuese por un día, un poco de caricias reales. De las que sientes ahí dentro. Justo entre las costillas y el estómago.

Pero el cabrón no tiene piedad cuando de sangre fresca y libidinosa se trata. Se vuelve más escamoso y más reptil que nunca. Muerde y no tiene paciencia para guardar las garras. Que sólo quieren arañar de arriba abajo. Y de abajo a arriba. Haciendo desangrar a su víctima. Inhalando los efluvios que las vísceras emanan a borbotones, junto con la sangre y el pus. Esos efluvios que provocan que todo él se estremezca de gusto. Gritando.

Le vi llegar violento y acelerado. Su respiración se entretenía paseando entre la excitación y la rabia. Yo ya sabía de qué se trataba. Qué quería. Las nínfulas lo sabemos todo de Humbert. Lo intuimos todo. Así que para cuando sacó el cuchillo y las garras, yo ya me había molestado en arrancarme la camisa, sin desabotonarla, para dejarle mi pecho descubierto a la puñalada que sabía que me merecía desde hacía tiempo. Por ilusa. En mi piel, escrito a fuego se leía “Ella se deja de querer para quererle solo a él”. Qué asco.

Antes de hincarme la primera puñalada, me miró, me olió, lamió mi cuello provocando una excitación mutua. Se quedó un minuto exacto penetrando mis ojos con los suyos. Luego llegó la sangre. Antes de la segunda, me tocó. Antes de la tercera, me masturbó. Antes de la cuarta, lloró. Yo seguía sonriendo. Sabía que ese momento tenía que llegar. Me moría de placer. Porque él estaba otra vez ahí, conmigo. Prestándome atención sólo a mí. Por fin. No había nadie más en ese momento que yo para él. Él sabía qué estaba pensando. Por eso no pudo evitar que una lágrima saliese de su globo ocular. El señor de la sangre fría se volvió tierno y frágil por una décima de segundo.

Para cuando quiso recuperarme, yo yacía inmensamente feliz en el suelo. Mis pupilas se habían apagado por ese día. Aunque el iris brillaba mirándole a él. Fulminándole. Obligándole a pensar que quizás, a quien realmente quería asesinar era a él mismo.

Echas de menos a tu nínfula y por ello no puedes evitar odiarla, Humbert. La echas de menos y te duele. Odias hacerte vulnerable ante mí. Por eso me rompes. Por eso me asesinas varias veces en el tiempo, maldito sangre fría. Para luego resucitarme. Para luego volver a engañarme. Para luego volver a odiarme. O eso me gusta pensar, para no tener que creer lo insulso y absurdo de la existencia de la niña de porcelana en este mundo.

Me llevaste por toda la habitación, cogiéndome por la cintura, arrastrándome, dejando un rastro de sangre que dibujó un semicírculo en el suelo. Te tumbaste. Posaste tu cabeza en mi pecho. Escuchando cómo mis latidos se habían escapado. Volviste a acariciarme. Cerraste mis ojos. Me besaste. Con la sangre de mi estómago me pintaste los labios y yo recordé... "Me da mucho morbo pintarle los labios a las mujeres, Lolita. Pero tú no eres y nunca serás una mujer. A mí me da morbo tenerte, Lolita". Luego me volviste a besar sorbiendo la sangre con pasión. Querías tenerme dentro una vez más.

Te levantaste. Y a mí me levantaste la falda. Pero tampoco me hiciste reaccionar.

Querido Humbert, harás todo lo posible por resucitarme. Me acariciarás la pierna desde el tobillo hasta la rodilla esperando que dé un respingo que me sonroje. Buscarás un gemido oculto entre mis piernas. Dejarás rastros de tu baba a lo largo y ancho de mi cuerpo. Te irás con otras chicas más guapas pero no más jóvenes que yo delante de mí. Me castigarás vendándome los ojos, cara a la pared, escuchándote hacerlo con las otras...

Querido Humbert... Sabes que lo haré. Que resucitaré. Aunque cada vez, quiero morir un poco más. Cada vez más, quiero dejar de sentir.Te.

5 comentarios:

  1. Dulce infierno onírico y nabokoviano. Creo que tú también has captado mi atención.

    Severin, Severin, speak so slightly
    Severin, down on your bended knee
    Taste the whip, in love not given lightly
    Taste the whip, now plead for me.

    Realmente la música acompaña.

    ResponderEliminar
  2. Suena "closer" mientras te leo. Me gusta que recuerdes mis consejos: siempre lo serás, eres tú, Lulú, Lolita. Humbert tiene mucho que demostrar para ser él, muchísimo.

    ResponderEliminar
  3. No sé bien qué decir. Sangra y resucita, Dolores.

    ResponderEliminar
  4. Sentir. Te...

    Lo intentaremos otra vez más y volveremos a caer...sentir.Te...

    Llegará un día en que las costras de las heridas serán los tatuajes de nuestros sentimientos...Aunque mueras...no dejarás de sentir en tus adentros...en lo más profundo del Te.

    ResponderEliminar