lunes, 3 de agosto de 2009

Lunáticos

Aunque sea de día siempre pienso y deseo que la luna sea llena esta noche. Todas las noches. El efecto que dices que ella tiene en ti, me excita. Me susurras (conmigo siempre susurras, ¿lo harás con las demás también?) que te conviertes en gato. Un atractivo gato negro que se confunde con la oscuridad de la noche.

Quizás te lo inventas para seguir enredándome, enredando con mi pelo. Pero en el fondo sabes que me voy a dejar de todas maneras. Presumiblemente te lo inventas porque sabes que me encanta y me desespera a la vez que mientas y me construyas un mundo con tus reglas y tus fantasías. Y con columpios solitarios, árboles milenarios y con felinos negros de ojos amarillos que se encargan de vigilarme, impasibles a mi sufrimiento.

No me gusta pensar que nunca te voy a besar. Porque no puedo. Dejo que te acerques mucho a mí. A mi cara. Dejo que me rodees con un brazo y me hables del mundo. De tu mundo. De ti. De lo poco que encajo yo en un mundo que obligo a que siga siendo mío. De mis posibilidades de escapatoria. De la dulce huida y del peligroso escondite que tú siempre me ofrecerás.

Yo nunca me acerco. Eso sería incorrecto. Pero no lo hago porque sé que tú sí lo harás. Porque a ti lo correcto te da igual. Porque para ti lo correcto es despertar a Lulú, dejar dormir a Lolita. Y hacer que la nínfula sueñe contigo. Porque las acaparas siempre a todas. Porque sabes y quieres tenerme toda para ti.

Y yo siempre me dejo. El encantamiento del gato negro. Huidizo, inteligente, cálido en la cercanía, helado cuando tus dos musas te aburren y sales de tu cueva buscándolas más guapas y mejores... más pequeñas. El conjuro de la nínfula. Tonta, poco inocente...pero muy consciente. Y un poco puta. A veces tanto, que se convierte en gata. Saca sus zarpas y trata de morderte. De arañarte. De pelearte. De destrozarte por fin para que liberes a las dos. A Lulú. A Lo.

Juro que, algunas noches, las más negras, las más cerradas, en las que la luna no puede estár más llena, el halo que provoca, roza mi piel, me convierte en un ser felino que quiere que acabes por romperme y por destrozarme. Para que ella, la gata más indecente, más puta, acabe rasgándote los ojos, haciéndote sangrar. Evitando el jodido efecto de tus ojos amarillos en mi cuerpo.

Pero también juro que esas mismas noches acabo gateando, ya convertida en Lulú, buscándote otra vez. Para acariciarte otra vez. Para que me susurres otra vez. Aunque yo no acerque mi cara. Porque no puedo. Porque eso, es incorrecto.

2 comentarios:

  1. Formalidad poca, pero que dure; que diría Nacho Vegas :P

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  2. Es incorrecto decir lo que debes que lo más correcto parece hoy en día cerrar la boca y hacerte pasar por el ser más tonto que haya pisado este mundo.
    Es incorrecto mirar a la noche de luna llena y desear que desaparezca la nínfula que llevo dentro, que desaparezca completamente....
    Hablas de huidas dulces...su huída no lo fué, no lo es, ni lo será pues sabe que este delgado hilo plateado que nos une, que me une a ella no lo podré cortar solo, tan solo que entre la multitud de la noche, entre dolor y melocotones de paranoicos colores no la encuentro, ni la encontraré...mientras escribo esto suena Como desaparecer completamente...de Radiohead...y me pregunto algo parecido, como dejar de comportarme como un lunático, como dejar que cada vez que miro al cielo nocturno y repaso cada detalle de su piel pueda cerrar los ojos en paz por fín, dejar atrás esta búsqueda de crueles casualidades...
    Hablas de dulces huídas, conozco una salida, dulce pero por ella no entran gatos ni personajes de ficción, tan sólo el reflejo de la luna...tan sólo los recuerdos que nos queramos llevar, ni uno más, ni uno menos.

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