Decidí disfrazarme de Lulú, llevando a cuestas mi cara de niña buena y mis malas intenciones. Acabé consiguiendo lo que quería, volver a refugiarme en ti mientras te engañaba teniendo en mente a Humbert.
El maldito viejo degenerado es capaz de convertirme en una masa viva de obsesiones imposibles. Para nublarme la vista y el resto de los sentidos, me dijo susurrante al oído mientras sostenía una copa helada entre sus manos: "casi los puedo oler". Mis pechos temblaron. Yo, me ruboricé.
De espaldas, con un cigarrillo en la mano y asomado a la ventana, me dijiste que cada vez más notas la importancia del tiempo, pesando sobre tu espalda, segundo tras segundo. Goteando incesante en tu piel descubierta. Yo te respondí, todavía húmeda entre las sábanas de esa maldita cama, que fumabas demasiado para tu pequeño cuerpo. Mientras, abría otra cápsula de poderosa droga que consiguiese aplacar la angustia. Sólo unos minutos más tarde, tuve que abrir otra para evitar que ésta se escapase. Empecé a pensar que echaría de menos la angustia, porque eso es lo único que me queda de él.
Necesito que Humbert no me deje dormir; necesito que Humbert trastoque mi suerte; quiero que Humbert descalabre mi vida y me haga retorcerme de dolor. Tal y como me retorcí cuando me enseñaba a tocarle y a tocarme. Tal y como serpenteé por su habitación, por su cama y por su cuerpo cuando desapareció la vergüenza.
Aquella noche volví a ser ella. Me vestí de alter ego. Me pinté torpemente los ojos de negro, como una niña que trata de aparentar más edad. Lulú volvía a mí buscando alguna guerra en la que combatir, alguna batalla que perder y un Humbert al que conquistar con sus enclenques piernas y sus retorcidas manos. La princesa del desaliño volvió a pisar las calles y cuando retornó al hogar acompañada ya por los rayos del sol, tenía bajo su brazo una victoria: la de los ilusos.
Al día siguiente el efecto analgésico de la morfina era sólo un recuerdo. El alcohol había ayudado a que Humbert apareciese vívamente, apasionado y enfermo buscando desesperadamente una nínfula perdida en un vaso de cristal, con un par de hielos y mucho güisqui. También había conseguido que ella, yo, de nuevo, cayese derrotadamente sobre sus brazos, sin ninguna resistencia.
Aunque al final nadie me acompañó a casa, nadie me desnudó, nadie acarició mi espalda desde la nuca a la cintura hasta quedarme dormida, ni nadie veló mis sueños, supe que esas miradas y un estúpido choque de copas habían sido suficientes para provocar que un ligero hilo de baba cayese lentamente por mi boca y hasta mi pecho.
Salivaba pensando en las incesantes noches que Humbert y yo dormíamos sólo por el placer de despertarse sabiendo que el sexo sería la acción consecuente tras abrir los ojos.
Por eso te sigo diciendo que fumas demasiado para tu pequeño cuerpo.
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"cuando retornó al hogar acompañada ya por los rayos del sol, tenía bajo su brazo una victoria: la de los ilusos". "Salivaba pensando en las incesantes noches que Humbert y yo dormíamos sólo por el placer de despertarse sabiendo que el sexo sería la acción consecuente tras abrir los ojos."
ResponderEliminarNo es el triunfo de los ilusos...claramente Lulú busca los brazos de su Humbert en los que encontrar el sentido, un sentido al menos sobre el que sustentarse durante una semana más...Pq elegir ese camino de espejísmos y no quedarse definitivamente en un oasis? En los oasis no hay morfina, no hay más que anodina cotidianidad que nos convierte en vulgo y por lo tanto, intranscendentes por el menosprecio que por extrañas razones sentimos hacia nosotros mismos. Olvidamos todo lo que podemos hacer quedándonos estancados en lo que podría y no es. Nínfula, te quedas en las sombras a pesar de ver la luz de la cueva, ellas te cobijan, las conoces, son menos peligrosas que la desconocida luz más allá del umbral donde Humbert afila semana tras semana su sentido olfativo, seguro del regreso, seguro de tu exilio solitario tras otra jornada de sometimientos...
Humbert es un polizón en tu cabeza, Lulú es una esclava de llaves doradas colgadas de sus grilletes.
............Romper un círculo exige cambios para la ruptura y para no volver a él...a priori y a posteriori...
"Huyo de mi mismo y de mi torpeza"...Soy un Peter Pan de intenciones...de razones...carente de hechos...rompo círculos pero el vicio me pierde...
Un beso y buenas noches...
"Aquella noche volví a ser ella. Me vestí de alter ego. Me pinté torpemente los ojos de negro, como una niña que trata de aparentar más edad. Lulú volvía a mí buscando alguna guerra en la que combatir, alguna batalla que perder y un Humbert al que conquistar con sus enclenques piernas y sus retorcidas manos. La princesa del desaliño volvió a pisar las calles y cuando retornó al hogar acompañada ya por los rayos del sol, tenía bajo su brazo una victoria: la de los ilusos."
ResponderEliminarGRACIAS, por abrirme tu ventana. Como siempre, me encanta leerte!
Creo que mi pequeña Lulú se ha retorcido en su escondite al verse descubierta por la luz de estas palabras.
Un besote
Me estás llamando enganchado? ;-)...no creas...no le dedico más de 10 minutos al día...escribiendo...por lo menos...buceando en otros mundos tal vez menos...
ResponderEliminarPeter Pump!! mejor dicho...no hay nada más llevadero que un estado generado conscientemente por uno mismo a sabiendas de todas sus posibles ramificaciones...tarde o temprano...Es un juego en el que los daños son medidos...quien carga con ellos? mientras no hagan heridas que impliquen perder mucha sangre podrás tolerarlo...
No es la victoria de los ilusos sino la de los "tuertos"...con un ojo cerrado por el miedo, con el otro abierto observando como el pie se apoya vacilante sobre el cable colgante...No mires hacia abajo!!! Bicos!
Interesante tenerte por aquí... Lulú! Hay cosas que nunca cambian, y eso es reconfortante, sólo a veces, estas veces.
ResponderEliminarAsí mejor
ResponderEliminarDefinitivamente, esta es la buena. Problemas logísiticos pequeña Lolita
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