Hizo un año desde que nací. Al igual que Venus emergió de entre aguas inseminadas y se reflejó en ellas, a mí él me creó entre fluidos y tocamientos. Entre aires y mentiras. Él me hizo verme. Yo me comía con la mirada en un espejo y a él le gustaba observarme mientras lo hacía. Me llamaba presumida pero le encantaba saber que sólo quería ser bella por y para él.
En 365 días las cosas no han cambiado. Han muerto. Y ya no me miro en el espejo pues no tengo reflejo. Lo perdí entre sus rozaduras, sus golpes en la boca del estómago y en las arterias principales del corazón.
Siempre se me seca la garganta cuando intento decir en alto la palabra corazón. Al igual que amor. Por eso no las pronuncio si quiera. Las escribo y me río. Me río porque a veces pienso que son ridículas e inexistentes sino fuera porque están mecanografiadas.
Ella dice que todo eso se me pasará. Lo dice mientras desnuda, pasa la página de un libro en blanco mojando su dedo índice al calor de una lengua viperina. Hace que las piernas me tiemblen. Mardou provoca que quiera probarla. Evoca en mí lo mejor de mi proactividad. Quiero. Pero me callo. Me paro.
Ser despiadada nunca fue tan difícil como hoy. En el que el peso del maldito año me recuerda a ti, a tus verdades inexistentes y a tu sonrisa, que ahora me parece la peor mueca salida del peor de los títeres. Títeres de sí mismos. Títeres de una sombra sin consistencia. Una neblina disipada que sólo consigue una sensación nauseabunda. Un odio racional pero tardío. Y un odio hacia mí misma, hacia Lolita, la que ya no se ríe. La que quiere despertar de una vez.
La que quiere decir tanto y no sabe cómo ni cuando. Porque nunca las palabras calladas tuvieron tanto significado como hoy. Hoy soy Ofelia flotando sobre las aguas. Inerte. Sin expectativas.
Quizás Mardou esté a mi lado. Diciendo que sobreviva. Que abra los ojos por ella y que no la deje marchar otra vez con su botella de Bourbon en la mano por los callejones oscuros de Madrid, sólo enfundada con un pobre y raído vestido. Pero hoy no reacciono. Hoy floto. Hoy espero mi hundimiento. Hoy es mi cumpleaños. El principio de mi fin.
Y lo jodido es que antes de ese día, no había nada. Humbert...
Humbert me salvó. Para matarme.
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Hoy es tu cumpleaños...y lo celebras flotando? en las nubes reflejadas en el agua del rio que te lleva hasta él una y otra vez...Hoy es tu cumpleaños, sálvate! celébralo mañana también...a cada instante de constante y cíclica reencarnación...hazlo por los dos...que yo todavía tengo que secarme de mi último chapuzón.
ResponderEliminarUn beso desde la mesa de porcelana.
Humbert me salvó. Para matarme.
ResponderEliminarMatar es un sentir tan único que un asesino es capaz de mover el mundo con tal de ser él quien lo logre. Por mero sentido de reafirmar quién es.
Gran relato.