Y muerdo, y muerdo, y muerdo y vuelvo a morder. Ya casi no queda carne que masticar en tu pequeño cuerpo retorcido. Tras saciarme de ti, de lo que queda de ti, Humbert, me habré convertido en todo aquello que tú tanto querías de mi. No siento. No lloro. No pienso. Actúo.
Cuando yo, Mardou, me encontré con mi doble, sentí la necesidad del lobo recién despertado por el hambre. Necesitaba venganza. Necesitaba seguir sintiendo mis instintos primarios. Quería seguir siendo un ser canino en busca de pieles que desollar y carne que saborear.
Con ella a mi lado, la parte más sanguinaria que casi creía inexistente, reaparecía con la fuerza de la nínfula despiadada que había dejado abandonada al inicio del viaje contigo.
Todo parece más fácil cuando se comparte. La soledad, la rabia, la ira, la incomprensión...el sexo. Con su simple presencia, acabo expulsándolo todo irremediablemente. Vomitándote en cada uno de mis actos. Eliminando la capa superficial de mi piel, porque toda ella estuvo en contacto contigo. Me hago radical, agresiva. Los colmillos crecen y hacen sangrar mis labios.
Nos dejamos llevar por todo lo que nos hiere. Eso da una terrible sensación de fuerza. Cruzamos las calles a velocidades vertiginosas y, de la mano, conseguimos elevarnos varios centímetros del cemento mientras olisqueamos esa humedad en la que estás escondido. Buscamos y olfateamos, investigamos y rebuscamos. Ella quería que volviese a ti para rematarte. Y aquí estoy. Devorándote. Ella, mientras, me masajea la espalda y me susurra: "Ya no volverá. Así es imposible que vuelva. Mátalo. Mátalo. Ya no volverá."
Ahora me relamo la sangre, mezcla de la tuya y de la mía. Y la miro desde el suelo. Me sonríe. Te tapo las cuencas de los ojos con tus párpados inservibles. Te beso la frente. Y te digo adiós.
Y aunque mi pecho consiguió apaciguarse, el problema es que ya no sé quién arrastró a quién, querida Lo. Por la noche, acurrucada entre los brazos de ella, de mi nueva Mardou, no podía evitar preguntarme: "Humbert ¿Te he matado de verdad? Lolita ¿sigues ahí?..."
Noté que sus brazos me ataban más fuerte, mucho más fuerte. Casi doliendo.
Ya no sé quién tiene el espíritu más negro en esta historia.
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No sé si dueles más que sangras o al revés. O a la par. Pero te digo algo... Humbert, era un cabrón, así que no sufras por muertes necesarias. Es mejor sufrir por el ritmo viciado e inerte de la vida, que duele infinitamente menos. O no. Porque yo tampoco lo sé cuando de cabrones se trata.
ResponderEliminarMe gusta leerte... En tu negritud... Dolerme en tus descripciones... Sentir los latidos en lo imaginado....
ResponderEliminarSabes... los vacíos... los verdaderos vacíos... nunca se vuelven a cubrir... Permanecen... Haciendo daño con su eterna presencia...
Suerte Lulú...Mardou... Un beso profundo.
"Nos dejamos llevar por lo que nos hiere..."
ResponderEliminarSupongo que es así... entre el dolor y la nada... escogemos sin dudarlo el dolor...
Un abrazo fuerte
Cuestionas la intensidad de la negrura de tu espiritu si tú, trinidad o tu verdugo - víctima...recapacitas sobre los pasos dados y no dados...No puedes matar algo que ya antes de nacer estaba muerto...no puedes beber la sangre seca ni tan siquiera las manchas de tu mano...solo lamer...lamer incestuosamente Lulú...pequeña trinidad...beber de tus propias manos para calmar el hambre de sed que tu boca reclama.
ResponderEliminarLa mera duda aclara la negrura del espiritu...la mera duda marca una fractura en la vorágine destructiva en la que nos encerramos desnudos con tan solo una cerveza en la mano y Piramid Song.
Los toques Sci.fi siempre encajan a la perfección.
ResponderEliminarAlguien que se llame Humbert no puede mas que morir.
Utiliza tu belleza y vuelve a dominar a tu Humbert. No te cuestiones tanto; tu vales mil veces el doble.
ResponderEliminarY él lo sabe...
Un relato interesante. La ambientación que dices sin decir envuelve al texto en un oscuro pasaje sensorial.
ResponderEliminarY es que todo es más fácil cuando se comparte... incluso el dolor.