Siempre dije que si al final acababa suicidándome lo haría desnuda. Libre. Pura. Para que mi piel, la más superficial y la menos, pudiese sentirse completamente en contacto con el frío aire del invierno, más crudo, más gélido, más blanco. Un último hálito de completa libertad.
Así, desnuda. El desnudo. Algo tan atractivo pero que tanto temor, incluso pánico, produce.
¿Cuántas veces te has observado desnudo ante el espejo?
¿Ves? Pánico. Eso sí que es pánico.
Pánico de que tus amantes te vean tan horrible como tú te ves. Pero, por suerte o por desgracia, ellos no son tan escrupulosos. Y te tocan sin temor. Con cara de placer, ansia, éxtasis y lujuria. Todo rodeado por lujuria. Siempre rodeada de lujuria.
Te hacen sentir hermosa y los mejores, incluso importante. Sus manos dicen mucho y mienten más. Consiguen franquear la delgada línea que separa el deseo de la necesidad. De la costumbre. Del sentimiento.
Estoy enferma. Soy una paciente que acucia comportamientos obsesivos. Comportamientos obsesivos. Todo mi mundo se mueve entre obsesiones. De una a otra. Sorteando la racionalidad, lo seguro y lo conveniente.
Me imbuyo de obsesiones como si de líquido amniótico se tratase. Me quedo dentro, tranquila, entre extremos. Entre extremos de mentiras que genero y mi mente cree.
Redirecciono mi pensamiento e incluso mis sueños hacia ti; mi nueva obsesion. Y engaño a mi cuerpo a quien aviso de que sólo contigo será completo.
Estoy enferma y reduzco mi mundo a mi antojo. A ti. Y sigo quedándome tranquila. Pasándolo relativamente y continuamente mal. Y con mucho celo te vigilo. Y me acuerdo compulsivamente de ti. Aún sin conocerte. Me empeño en deducirte. Y en hacerte perfecto. En moldearte de una manera más que impensable. Así. Egoísta.
Pero también te culpo a ti. Tú conseguiste hacerme importante cuando, siendo amantes, posabas tus dedos en mi boca esperando que la cálida saliva te envolviese de mí. No susurraste en ningún momento. Pero me abrazaste con demasiada fuerza. Atándome a ti para siempre. Maldito. Maldito.
Los dos necesitábamos algo así. Pero ahora solo yo tengo necesidad de ti. Escurridizo ser. Extraño escapista. Volátil animal.
Sigo enferma. Consciente pero enferma. Sigo pensando que me gusta sufrir por ti.
Y aquí, acurrucada en mi bañera, la sangre no me parece tan mal. Aunque sea menos dulce y más densa que la de tus labios.
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Bueno... reconozco hoy que estoy perdido.
ResponderEliminarReconozco al mismo tiempo es esta una sensación agradable.
Quien yo creía que eras quizás no seas.
De serlo... pensé que dejarías de escribir en otros lugares que no fueran estos.
Pero compruebo hoy que tus textos y los de quien creía yo que eras... siguen creciendo en ambos lugares al mismo tiempo.
Es posible que esta sea una más de las condiciones del juego.
No lo creo.
Reconozco ahora que me importa poco que seas o no aquella que pensé que eras.
Me importa poco si seguís ambas escribiendo.
Es un placer hacerlo.
:)
Es que la música siempre va a verte radiante y basta con un "click" para que esté ahí...
ResponderEliminar=)